La Región

Se vino la Luisa... se vino la Calcumil


(...) Viene empujando mi canto
el eco de nuestra historia
soy parte de los que viven
con ilusión y memoria (...)

del poema “Porfía”
Luisa Calcumil, 1995

No es la primera y esperamos que no sea la última visita de Luisa Calcumil. El pasado 5 de septiembre arribó a nuestra región cordillerana una de las tantas militantes de la vida que cobija la Patagonia.
Aquellas personas que, durante su estadía, pudimos compartir nuestros afectos y nuestros sueños sentimos que nos atravesó una brisa fresca de recuerdos imborrables. Esto no es poco en un mundo que cada vez se muestra más y más efímero.
En esta ocasión la trajo la fiesta que vivió el pueblo de El Bolsón al cumplirse los primeros años de una Radio alternativa, FM Alas. En el marco de los 10 años de resistencia en el aire de la Radio, Realizó dos actuaciones en el Centro Artístico y Cultural La Fuente, presentando “Fragmentos de sus Obras” (con la ayuda de su asistente el Sergio), también aportó conocimientos de su cultura mapuche, colaborando con la presentación local de la obra “La Tierra Destrozada”, actuada por los pibes de la comunidad rural de la Rinconada Nahuelpan, y como si fuera poco en la escuela 270 presentó “La Tropilla de Ruperto”, en un escenario montado para el festejo popular, por donde pasaron durante dos días distintas expresiones de la región y el continente latinoamericano. Además se trasladó con “La Tropilla...” Hasta la escuela 89, en la hermana localidad de Epuyén.
Todo este trabajo artístico no le impidió compartir, fuera de los escenarios, su humanidad paisana.
Esta vuelta la Luisa trajo a varios personajes en las maletas y una vez más nos dejó sustanciales elementos para reconstruir nuestra identidad cultural. Así fue como aparecieron, despacito como quien con respeto expone lo más querido, el Ruperto de “La Tropilla...” o la abuela Erminda de “Es bueno mirarse en la propia sombra”, entre otros.
Reconocernos en su labor actoral nos permite activar la verdadera fuerza que esconde nuestro espíritu. Difícilmente una cultura metida a palos nos pueda brindar una sensación parecida.
Hoy nos atraviesa una crisis cultural que destiñe al más pintado. Desde mucho tiempo atrás nos enseñaron a despreciar lo nuestro, a subestimar lo propio, de alguna manera a degradar a nuestra matriz cultural mestiza. Aquella que abraza a los primitivos pobladores, los aborígenes, y a los expulsados de otros continentes; que no eran más que los morochos, los desocupados, los perseguidos por diversas causas, que bajaron de los barcos en distintas épocas. Como diría Aníbal Ford: “Este es un país que se desconoce así mismo”.
De ahí en adelante se nos complica, cada vez más, encontrar algún tipo de orientación que nos permita avanzar como comunidad.
Si alguno de los personajes puestos en escena por la Calcumil nos movieron alguna partecita, que vaya a saber donde a futuro se colocará, es síntoma de que nuestro cuerpo acusa tener buena salud.
Aprender a reírnos y emocionarnos de lo propio, salir de la angustia, es todo un desafío. En ese sentido, Luisa Calcumil es un lago cristalino donde poder reflejarnos.

Gustavo Rivero
Especial para La Región

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